Este es un clásico de mi infancia y de los pocos dulces que me gustaban entonces. No aprendí a prepararlo sino hasta hace muy poco, y quedé sorprendida de lo sencillo que es. El aroma que le agrega el ajo negro es apenas distinguible en cuanto a su sabor, pero le da un toque secreto que lo hace incomparable y muy superior a cualquier otro dulce de nueces. Lo incluí en este recetario porque muchos, buscamos sólo un bocado para endulzarnos el paladar… ¡y qué sabor que nos deja este turrón!
- Tuesta las semillas de ajonjolí. Deja que adquieran un poco de color teniendo cuidado de que no se pasen.
- Vierte la miel en una olla pequeña y caliéntala a fuego medio-alto hasta que comience a burbujear.
- Déjela hervir durante 4-5 minutos. Si tienes un termómetro para alimentos, hierve hasta que la miel alcance una temperatura de 250F.
- Agrega las semillas de ajonjolí tostadas y el tahinomelo de ajo negro. Baja el fuego y revuelve asegurándote de que todos los ingredientes estén bien mezclados.
- Calienta la mezcla durante 2-3 minutos más. Cuanto más se cocine, más crujiente estará, pero ten cuidado de que no se queme.
- Para comprobar si está listo, toma una pequeña cantidad y colócalo en un vaso con agua, debe quedar en una bola, si se extiende aún necesita ser calentado.
- Forra una lata con el tapete de silicona o el papel de horno y vierte la mezcla de ajonjolí.
- Coloca el otro tapete o la otra hoja de papel encima, también engrasada, y extiende la mezcla de ajonjolí y miel con un rodillo.
- Retira la hoja superior con cuidado y deja enfriar el turrón durante unos 15 minutos. Corta dándole la forma que prefieras. Yo uso un cortador de pizza.
- Déjalos enfriar por completo y guarda en un recipiente hermético los que te sobren poniendo papel encerado entre ellos.